2 Reyes 2: 11-14
Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí, apareció un carro de fuego con caballos de fuego que apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino. Y viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y nunca más le vio, y trabando de sus vestiduras, las rompió en dos partes. Alzó luego el manto de Elías que se le había caído, y volvió, y se paró a la orilla del Jordán.
Y tomando el manto de Elías que se le había caído, golpeó las aguas, y dijo: ¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías? Y así que hubo del mismo modo golpeado las aguas, se apartaron a uno y a otro lado, y pasó Eliseo.
Esta historia no solo habla de un manto y de agacharse a recogerlo; si no que habla de la humildad que tuvo Eliseo para tomarlo. Cuando Elías fue llevado al cielo por el carro de fuego, dejo un manto con el que había hecho milagros, cuando lo lanzó, Eliseo fue y tuvo que tener la humildad de agacharse a recogerlo, no espero que el manto llegará a él. Lo que Dios quiere con nosotros es que cuando el deja el llamado hacia nosotros, nosotros tenemos que tener la humildad de tomarlo, agarrarlo, no esperemos que que venga hacia nosotros los milagros, tenemos que ir por ese llamado para comenzar a crecer la obra hacia el pueblo, hacia las personas que viven a nuestro alrededor. Hoy Dios te manda y diciéndote: ve a recoger el llamado, tómalo y ve a las naciones a predicar del evangelio.